Durante la carrera en Monza, Fernando Alonso evidenció su maestría estratégica al combinar su vasta experiencia con el ímpetu de su joven compañero, Gabriel Bortoleto. A pesar de que el Aston Martin enfrentaba ciertas desventajas en términos de velocidad, Alonso delineó un plan ingenioso que incluía un pacto implícito con Bortoleto: él ofrecería su conocimiento en la pista mientras que el joven piloto se beneficiaría del rebufo.
Sin embargo, los planes de Alonso se vieron truncados por un fallo inesperado en la suspensión de su monoplaza, lo que lo llevó a perder la oportunidad de puntuar. Resultó irónico que un piloto con un palmarés impresionante, que ha competido y superado a leyendas como Schumacher y Hamilton, terminara dependiendo de un novato para acercarse a la zona de puntos. A pesar de la adversidad, Alonso manejó la situación con dignidad, priorizando una táctica de resistencia en lugar de agresividad.
La ejecución del plan sufrió un revés cuando un error en un pit stop de un rival lo colocó en una buena posición. Sin embargo, justo cuando parecía que podía asegurar un resultado satisfactorio, la rotura de la suspensión le jugó una mala pasada.
A pesar de la decepción de Alonso, el desenlace favoreció a Bortoleto, quien logró sumar puntos y quedó impresionado por la experiencia de competir al lado del asturiano. La dinámica entre ellos se transformó en un esfuerzo colaborativo, con el novato absorbiendo lecciones invaluables. En el seno de la escudería Aston Martin, la incertidumbre imperaba mientras se investigaban las causas del fallo mecánico. La inquietante pregunta que surge tras el Gran Premio es: ¿qué futuro tiene un táctico brillante como Alonso cuando su monoplaza no responde como se espera?