En el País Vasco, la fibrilación auricular se ha convertido en una creciente preocupación de salud pública, afectando a entre el 2 y el 4% de la población adulta. Esta cifra se eleva significativamente en personas mayores de 80 años, alcanzando entre un 15 y un 20%. Esta arritmia cardíaca se caracteriza por causar un ritmo irregular y acelerado del corazón, lo que conlleva un riesgo considerable de sufrir un ictus debido a la formación de trombos en la orejuela izquierda del corazón. Para aquellos pacientes que no pueden someterse a un tratamiento anticoagulante prolongado, el cierre de la orejuela surge como una alternativa eficaz y mínimamente invasiva.
El doctor José Ramón Rumoroso, jefe de Cardiología del Hospital Quirónsalud Bizkaia, explica que los síntomas de la fibrilación auricular pueden variar entre pacientes. Algunos no presentan síntomas visibles, mientras que otros experimentan una aceleración del ritmo cardíaco, fatiga y disminución de la resistencia física en sus actividades cotidianas. Los signos más frecuentes incluyen palpitaciones, agotamiento, episodios de vértigo, dificultad para respirar durante el ejercicio y una sensación de presión en el pecho.
Para diagnosticar esta afección, se emplean pruebas como el electrocardiograma, que registra la actividad eléctrica del corazón, y el monitor Holter, que proporciona información continua sobre el ritmo cardíaco durante un día o más. La orejuela izquierda del corazón tiene un rol crucial, pues almacena sangre. En casos de fibrilación auricular, este almacenamiento incorrecto puede propiciar la acumulación de sangre y, consecuentemente, la formación de coágulos que podrían desencadenar un ictus si se desplazan a otras partes del cuerpo.
El cierre de orejuela, que se realiza mediante un catéter introducido por la vena femoral, se presenta como una opción terapéutica viable para aquellos pacientes con fibrilación auricular que no pueden recibir anticoagulantes, bien por un elevado riesgo de sangrado o por la persistencia de episodios tromboembólicos pese al tratamiento. Este procedimiento busca sellar la orejuela izquierda para reducir el riesgo de ictus.
Tras la intervención, los pacientes generalmente suspenden el uso de anticoagulantes y lo sustituyen por un tratamiento con antiagregantes plaquetarios durante un periodo determinado. Adicionalmente, se realizan pruebas de imagen, como ecocardiogramas transesofágicos o tomografías computarizadas cardíacas, para confirmar que el cierre se ha efectuado de manera adecuada. Con este tipo de tratamientos, se espera mejorar la calidad de vida de los pacientes y disminuir considerablemente el riesgo de complicaciones serias asociadas con la fibrilación auricular.