Dormir bien no solo se trata de cuántas horas pasamos en la cama, sino de la calidad del sueño, que se ve afectada por factores culturales, ambientales y físicos que varían significativamente entre países. En Japón, con solo 7 horas de descanso, las personas suelen despertar renovadas; en contraste, en Estados Unidos, esas mismas horas dejan a muchos exhaustos y dependientes de la cafeína. Europa presenta un enfoque intermedio, donde se combinan hábitos estadounidenses con prácticas mediterráneas y nórdicas, acercándose a veces a la lógica japonesa.
A continuación, se presentan siete diferencias clave en las que se puede basar la calidad del sueño en diferentes culturas:
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Temperatura del dormitorio: En Japón, se duerme a un promedio de 13 °C, considerablemente inferior al rango recomendado por la OMS. En Estados Unidos, la temperatura oscila entre 20 y 22 °C, priorizando la comodidad térmica. En Europa, varía según la región, con los países nórdicos prefiriendo ambientes más frescos y el sur optando por temperaturas más cálidas.
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Superficie para dormir: Los japoneses utilizan futones firmes sobre tatamis, favoreciendo una alineación adecuada de la columna. En contraste, los estadounidenses tienden a elegir colchones más blandos, lo que puede inducir dolores de espalda. Europa también muestra diversidad; en el norte, se favorecen colchones firmes, mientras que en el sur son comunes los más blandos.
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Rituales previos al descanso: En Japón, el baño caliente (ofuro) facilita la inducción de un sueño profundo al enfriar el cuerpo después. En Estados Unidos, el 58% de las personas utiliza pantallas antes de dormir, lo que retrasa la producción de melatonina. En Europa, hay un amplio espectro de hábitos, desde sobremesas tardías en el Mediterráneo hasta duchas calientes en el norte.
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Cultura frente al cansancio: En Japón, reconocer el cansancio es un signo de respeto, incluso dormirse en público se considera honorable. En contraste, en Estados Unidos, hay un estigma asociado al sueño, considerado signo de debilidad. Europa presenta una diversidad cultural donde la siesta es aceptada en algunas regiones, mientras que en otras se respetan los horarios de descanso.
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Recuperación del sueño: Japón opta por siestas breves que enfatizan la eficiencia del descanso, mientras que en EE. UU. se intenta «recuperar» el sueño perdido en los fines de semana, creando ciclos irregulares. En Europa, depende del país, con la siesta corta aceptada en algunas partes y en otras la búsqueda de dormir 7–8 horas de forma regular.
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Tecnología en el dormitorio: Aunque el 95% de los adolescentes en Japón tiene smartphone, las limitaciones culturales sobre su uso nocturno son comunes. En EE. UU., la tecnología abunda, con un uso irresponsable. En Europa, los nórdicos promueven una mayor conciencia de la higiene del sueño.
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Almohadas: En Japón, las almohadas se elaboran con cáscara de trigo sarraceno, firmes y pequeñas, que mantienen la alineación cervical. En EE. UU., se prefieren almohadas grandes y blandas, que pueden alterar la postura. Europa presenta una mezcla de preferencias, desde las firmes en el norte hasta las suaves en el sur.
Para mejorar la calidad del sueño, se pueden adoptar algunos cambios simples: mantener el dormitorio fresco (entre 15 y 18 °C), elegir superficies firmes, crear un ritual nocturno como un baño o ducha caliente, aceptar el cansancio como parte de la vida, optar por siestas breves (20-30 minutos), limitar el uso de tecnología antes de dormir y utilizar almohadas adecuadas para el soporte cervical.
El modelo japonés muestra que no se trata de dormir más, sino de hacerlo mejor. Y aunque Europa refleja una mezcla de prácticas, las claves para un mejor descanso son aplicables en cualquier parte del mundo. Incorporar pequeños ajustes en la rutina nocturna puede transformar la calidad del sueño, lo que a su vez impacta positivamente en la energía y claridad mental diaria.