El Caserío se encuentra en la recta final de la primera vuelta de la Liga Asobal, un momento que parece haber llegado rápidamente, como si el club acabara de iniciar su travesía en la máxima categoría del balonmano español. Las memorias del ascenso y el paseo triunfal por las calles de Ciudad Real, donde la afición volvió a soñar con la emoción del deporte, aún resuenan en el ambiente.
A medida que el calendario se encuentra en sus últimos días del año, la sensación de que el tiempo vuela se hace más palpable. Cada encuentro se convierte en una oportunidad para disfrutar del balonmano en su máxima expresión y, al mismo tiempo, en un recordatorio de que la competición no espera por nadie. La intensidad de la liga es tal que el equipo debe rendir al máximo en cada partido, sin importar el rival que se presente en la cancha.
Ciudad Real está viviendo un renacer en su relación con el balonmano, aprendiendo a saborear cada enfrentamiento y a valorar el esfuerzo que requiere competir al más alto nivel. La presión es constante y los jugadores deben afrontar cada fin de semana con la determinación de salir airosos, sabiendo que la exigencia siempre se eleva, así como las expectativas de una afición que sueña con grandes logros. El camino está trazado, y el Caserío está preparado para afrontarlo con la pasión y el compromiso que le caracteriza.

