Jeff Bezos, el magnate fundador de Amazon, ha añadido un nuevo símbolo de lujo a su impresionante colección: el Gulfstream G700, un avión privado de alto rendimiento valorado en 80 millones de dólares. Este aeroplano, conocido por su asombrosa velocidad que alcanza Mach 0,935, equivale a 1.142 kilómetros por hora, así como por su excepcional alcance de 13.890 kilómetros sin escalas, se posiciona como el modelo más veloz y de mayor autonomía dentro de la línea Gulfstream.
No obstante, la grandeza del G700 va más allá de su velocidad y capacidad de vuelo. Este avión también se jacta de tener la cabina más amplia en el ámbito de los jets privados, garantizando un nivel de confort que pocos podrían imaginar. Equipado con dos motores Rolls-Royce Pearl 700, el Gulfstream G700 consume aproximadamente 1.930 litros de combustible por hora, un gasto que, aunque considerable, refleja las exigencias de este tipo de aeronave.
Elon Musk, otro coloso de la tecnología y fundador de Tesla, se unió a la élite que posee este modelo en 2022, lo que resalta cómo las grandes fortunas no solo dominan sus respectivos campos, sino que también se involucran en la adquisición de lujos extraordinarios. Un número creciente de destacados miembros de las esferas económica y política han adquirido jets privados similares, disfrutando de un confort exclusivo que está más allá del alcance de la mayoría.
En un contexto donde se promueve el decrecimiento y la conciencia ambiental, resulta irónico observar la distancia a la que se encuentran estas élites de las restricciones que afectan a la población general. Mientras gobiernos y organizaciones abogan por políticas que limitan las emisiones y el consumo, estos líderes continúan disfrutando de lujos inaccesibles para el ciudadano promedio.
El Efecto Mateo, que ilustra cómo los ricos tienden a hacerse más ricos mientras los menos favorecidos se estancan, parece ser más pertinente que nunca en esta era. Se alienta a la población a reducir su huella de carbono, acumulando limitaciones en el uso de vehículos personales; sin embargo, el “decrecimiento” no parece aplicarse a las élites.
Para muchos, estas restricciones se presentan como una necesidad imperativa, incluso un ideal; sin embargo, los multimillonarios siguen desplazándose sin límites en sus jets privados, que consumen cantidades desmesuradas de energía. La disparidad es evidente: mientras que la mayoría enfrenta políticas de sostenibilidad, las élites económicas y políticas continúan volando en sus ostentosos aviones, ajenas a las consideraciones que preocupan al resto de la sociedad.

