El Festival de la Celestina ha llegado a su fin en La Puebla de Montalbán, un evento que revive la época de Fernando de Rojas y su obra más emblemática. El pasado sábado, María Elena Diardes, directora y encargada de la puesta en escena, hizo un llamado a la comunidad para preservar el legado cultural de su famoso vecino. Desde el escenario, proclamó: «El pueblo unido, jamás será vencido», justo antes de que la representación de ‘Celestina, voces de la memoria’ comenzara ante una plaza Mayor abarrotada de asistentes.
Durante su discurso, Diardes enfatizó la complejidad de la producción, que empleó cuatro escenarios para desafiar las convenciones teatrales, al tiempo que ensalzó el talento de los habitantes de La Puebla, quienes son el verdadero corazón del festival. Su dedicación y pasión alimentan la esperanza de que este evento perdure durante un siglo, un objetivo que parece alcanzable dada la serie de éxitos experimentados en cada edición.
Celebrando 27 años de historia, el festival aspira a convertirse en Fiesta de Interés Turístico Nacional, consolidándose así en el panorama cultural español. Los vecinos se mostraron orgullosos de la gran afluencia de visitantes, en una noche donde las luces se apagaban y las estrellas iluminaban un escenario repleto de historia y tradición.
Más de 150 voluntarios formaron parte de la representación de esta obra maestra de la literatura universal, que toca temas tan actuales como el amor, la hipocresía y la lealtad. La magia de Celestina, una alcahueta que transita los límites entre la virtud y el pecado, fue evocada con efectos de pirotecnia, música en directo y el uso del fuego como elementos escénicos.
El clímax del espectáculo se vivió en la torre de San Miguel, el cuarto escenario de la obra, donde los asistentes acompañaron a un cortejo fúnebre, rodeando a una Melibea desgarrada al entender la fugacidad del placer y la inminente llegada del dolor. El festival culminó con el Réquiem de Mozart, momento en el que Pleberio, el padre de Melibea, lamentó el trágico destino de su hija y reflexionó sobre la condición del mundo, al que describió como una «feria de engaños». Así concluyó una edición que reafirma a Fernando de Rojas como un profeta en su tierra.
vía: Diario de Castilla-La Mancha
