Lector, este artículo no trata del desgraciado tema de actualidad relativo al dramático accidente de la avioneta en la que viajaban el jugador de fútbol de nacionalidad argentina Emiliano Sala y su piloto David Ibbotson, aunque un hecho histórico que tuvo lugar en 1588 ocurrió en el mismo lugar y posiblemente (además de por otras diversas) por las mismas causas: inclemencias climatológicas.
Como es conocido por todos, la obra magna de Miguel de Cervantes comienza de esta manera: «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…», Cervantes citaba un lugar de la Mancha Geográfica, unos lugares que no aceptan discusión alguna ya que en la obra se citan expresamente lugares pertenecientes a esa comarca, conocida en algunos ámbitos como «la comarca del Quijote», poblaciones como Puerto Lápice, El Toboso, Tembleque o Quintanar de la Orden.
Desde este artículo se pretende plantear la hipotética posibilidad, de que Cervantes con la expresión «de cuyo nombre no quiero acordarme», quizás no se refiriese al lugar de la Mancha, sino que «Mancha» hubiera podido recordarle algún suceso del que tuviese un mal recuerdo, un hecho histórico ocurrido en 1588 en el Canal de La Mancha, dado que Cervantes acusó mucho el fracaso de «la Grande y Felicísima Armada» de Felipe II, la mal llamada por parte de algunos ingleses Armada Invencible, suceso que forma parte de la Leyenda Negra de ese monarca.
Este fracaso principalmente tuvo lugar a causa de climatología adversa producida durante en transcurso de la conocida como «La pequeña edad de hielo» que durante los siglos XIV a XIX produjo variaciones climáticas consistentes en la reducción de temperaturas y cambios de tiempo muy volátiles. Concretamente en el asunto que nos ocupa consistió en una fortísima y gélida tormenta de verano con una bajada súbita de las temperaturas que hizo que la flota española tuviera que soltar amarras en las proximidades de Calais (Francia), y por ello tener que rodear las costas de Escocia e Irlanda, donde muchos barcos naufragaron en sus rocosas costas, regresando solamente 74 barcos de los 130 que zarparon de Lisboa, con un gasto en la empresa de unos 10 millones de ducados y lo que es peor con la muerte de unos 21.000 hombres.
Este hecho histórico de la invasión de Inglaterra fue una autentica debacle en la época, fue calificada como la mayor pérdida que ha padecido España en más de 600 años. Una empresa, la de Inglaterra, que Felipe II sintió como si Dios le hubiese hecho una encomienda personal y se tomó la conquista como una misión que Dios le había encomendado para que con su intervención los ingleses volvieran a la fe católica, por lo que estimando la ayuda de Dios no se podía fracasar en ella. Una muestra más de ese espíritu es que a la partida de la Armada del puerto de Lisboa, en su estandarte figuraba la leyenda “Defensor Fidei”.
Especialmente Miguel de Cervantes lo debió acusar mucho, muestra de ello es que intrínsecamente y extrínsecamente mediante dos sonetos satiriza al VII Duque de Medina Sidonia, Alonso Pérez de Guzmán, siendo cuanto menos cuestionable su responsabilidad. Él fue el que comandó la llamada «empresa de Inglaterra» y el que cuando en 1596 la ciudad de Cádiz fue saqueada por una armada inglesa dirigida por el II Conde de Essex durante 24 días, el Duque de Medina Sidonia pudo acudir finalmente en su ayuda cuando ya no quedaba ningún inglés, motivo por el que fue acusado de incapaz y de cobarde.
Fue satirizado por Miguel de Cervantes Saavedra en dos sonetos, en los que se apunta al VII Duque de Medina-Sidonia. Es el primero un canto extemporáneo a la conquista de una isla (denominada la Terceira) por el Marqués de Santa Cruz, con clara referencia al fracaso de la mal llamada «Armada Invencible», pues recalca que de no haber muerto el marqués, la reina Isabel de Inglaterra y la herejía hubieran sido erradicadas. En el segundo soneto, dedicado al saqueo de Cádiz, ocurrido en 1596, ridiculiza a las milicias de Sevilla y al capitán Becerra por no llegar a tiempo, corriendo igual suerte Alonso Pérez de Guzmán. Este episodio fue percibido en España como una vergüenza nacional y una irreparable humillación originando una ola de pesimismo y tristeza.
La expresión «Mancha» referente al Canal del mismo nombre viene de una mala traducción del francés al español, viene del término «manche» que significa en ese idioma manga. Lo que conocemos hoy como Canal de La Mancha, los franceses lo llaman el Canal de la Manche (Canal de la Manga) y Manche derivó en Mancha ¿Cabe la posibilidad que a Cervantes le recordara este nombre el episodio de la fracasada invasión y del que él no quisiera acordarse? Un hecho de tan infausto recuerdo para un Cervantes soldado que se sentía tan orgulloso de su participación en Lepanto y español de pro… Quizás, sólo quizás.
Alonso M. Cobo
Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan