El Frente Amplio ha recuperado el poder en Uruguay con la elección de Yamandú Orsi como nuevo presidente, quien logró un contundente 49,8% de los votos frente al 45,9% obtenido por el oficialista Álvaro Delgado. Esta victoria se traduce en más de 92.000 sufragios a favor de Orsi, marcando un cambio significativo tras cinco años de gobierno del centroderechista Partido Nacional. El presidente saliente, Luis Lacalle Pou, reconoció rápidamente la victoria de Orsi, mostrando su disposición para apoyar una transición ordenada.
En su primer discurso, Orsi subrayó su compromiso con el diálogo y la unidad nacional, enarbolando el lema de su campaña: «cambio seguro». A pesar de la derrota, Álvaro Delgado se comprometió a seguir trabajando en colaboración por el bienestar del país, reflejando una voluntad de continuidad en ciertos aspectos.
Los nuevos desafíos que enfrenta el gobierno de Orsi son significativos, centrándose en la economía, la pobreza y la seguridad. En Uruguay, el 10% de la población vive en condiciones de pobreza, una situación que se vuelve aún más crítica entre los niños menores de seis años. De cara a estas problemáticas, Orsi ha incorporado al reconocido economista socialdemócrata Gabriel Oddone en su equipo para formular políticas económicas que apunten a mejorar el bienestar social.
La seguridad, otro de los temas prioritarios, se enfrenta a una tasa de 11,2 homicidios por cada 100.000 habitantes, especialmente concentrados en Montevideo. En respuesta, el Frente Amplio ha diseñado un ambicioso Sistema Integral de Lucha Contra el Crimen Organizado y el Narcotráfico, proponiendo al mismo tiempo reformas sociales integrales que busquen un balance entre estabilidad macroeconómica y justicia social.
El expresidente José Mujica, figura emblemática de la izquierda uruguaya, ha jugado un papel central en la campaña de Orsi. Su apoyo y experiencia se consideran factores determinantes para el retorno del Frente Amplio al poder. Mujica también ha puesto de relieve la necesidad de fomentar un ambiente de negociación dentro del Parlamento. Aunque el Frente Amplio cuenta con una mayoría en el Senado, no dispone de la misma en la Cámara de Representantes, lo que complica la gobernabilidad.
El nuevo gobierno tendrá que gestionar un Congreso diverso, donde partidos antisistema como Identidad Soberana podrían complicar los consensos necesarios para llevar adelante su agenda legislativa. La capacidad para establecer acuerdos será crucial para abordar los proyectos clave, incluidos los relacionados con el presupuesto y las reformas sociales en los próximos años. En este contexto, el equilibrio entre gobernabilidad y consenso político se erige como un desafío fundamental para la nueva administración.