Galicia, una región situada al noroeste de España, es conocida por su rica gastronomía, sus impresionantes paisajes verdes y su costa accidentada. Sin embargo, hay un aspecto menos mencionado de esta hermosa tierra: la dificultad para encontrar pueblos que resulten estéticamente atractivos. A pesar de su abundante belleza natural, muchos de los pueblos gallegos no cumplen con las expectativas de encanto visual. Esta situación ha llevado a los habitantes a acuñar el término «feísmos», que describe el fenómeno arquitectónico de construcciones poco atractivas.
Los «feísmos» hacen referencia a la proliferación de edificaciones mal planificadas que surgieron, en su mayoría, durante la segunda mitad del siglo XX. La expansión urbana descontrolada, sumada al uso de materiales de baja calidad y a la falta de cohesión en el diseño arquitectónico, ha dado como resultado paisajes urbanos caóticos. En muchos casos, es común encontrarse con casas inacabadas, fachadas de cemento gris y añadidos improvisados que no solo alteran el paisaje, sino que también desentonan con la belleza que Galicia tiene para ofrecer.
Esta problemática tiene raíces históricas profundas, ya que Galicia ha sido una región marcada por la emigración. Las remesas que los gallegos en el extranjero enviaban a su tierra natal a menudo se invertían en la construcción de viviendas. Sin embargo, la carencia de regulaciones efectivas, combinada con el deseo de construir rápidamente, propició la aparición de un paisaje urbano desaliñado, donde muchos optaron por soluciones rápidas y económicas en lugar de una planificación cuidadosa.
El gobierno gallego ha comenzado a reconocer esta situación, implementando diversas medidas para abordar el impacto visual que los «feísmos» han causado. A través de campañas de sensibilización y proyectos de revitalización urbana, se busca fomentar un urbanismo más sostenible y estéticamente placentero. No obstante, el desafío es significativo, ya que muchas de estas construcciones son omnipresentes y reparar los daños estéticos requeriría grandes inversiones económicas y un esfuerzo considerable.
No obstante, hay motivos para el optimismo. Aunque muchos pueblos gallegos no ofrecen la belleza pintoresca que podría encontrarse en otras regiones de España o Europa, aún existen enclaves que sorprenden por su auténtico encanto. Estas pequeñas excepciones, donde la tradición y el esmero en el diseño han perdurado, se convierten en islas de belleza en medio de un mar de «feísmos» que representan un modelo a seguir.
El camino que enfrenta Galicia es doble: embellecer lo que ya existe y garantizar que las futuras generaciones eviten repetir los errores del pasado. La transformación de los «feísmos» en pueblos óptimamente diseñados demandará un esfuerzo conjunto y una visión compartida acerca de lo que podría ser la Galicia del mañana. Un desafío arduo, pero que, sin duda, no es imposible.