Los espasmos del llanto son una condición que afecta a algunos niños sanos, especialmente aquellos entre los 6 meses y los 5 años. Se trata de episodios breves y repentinos que pueden resultar angustiosos tanto para los pequeños como para sus padres. Durante un espasmo, una emoción intensa, como un susto o un enfado, puede provocar que el niño deje de respirar momentáneamente, lo que se acompaña de un cambio en el color de su piel, generalmente volviéndose morado o pálido, y presenta rigidez corporal. Este episodio suele culminar con un llanto una vez que la respiración se reanuda.
La doctora Raquel Toba, jefa del Servicio de Pediatría de Policlínica Gipuzkoa, afirma que, aunque estas situaciones son inquietantes, no representan un riesgo para la salud del niño. «Es una situación benigna», aclara. Existen dos tipos de espasmos: el cianótico, que suele desencadenarse por una caída o un enfado, y el pálido, que es menos común y aparece tras un susto. Pese a la intensidad del momento, la duración de estos episodios raramente supera el minuto, y aunque en ocasiones el niño podría perder el conocimiento por unos segundos, no hay repercusiones permanentes.
Ante la aparición de un espasmo, la recomendación principal es mantener la calma. «No hay que hacer nada, ya que ceden espontáneamente en segundos», explica Toba. Sin embargo, es natural que los padres busquen atención médica tras el primer episodio, dado el impacto emocional que genera. La especialista sugiere que se consulte al pediatra si se producen en niños menores de 6 meses, si la recuperación se prolonga más de cinco minutos, o si el niño no regresa a su estado habitual después del episodio.
Aunque las causas exactas de los espasmos son desconocidas, Toba señala que son más comunes en aquellos niños que tienen antecedentes familiares, es decir, que sus padres también los experimentaron en su infancia. A pesar de ser provocados por situaciones cotidianas, como enfados o caídas, no es posible prevenirlos de manera efectiva.
En definitiva, aunque los espasmos del llanto pueden causar alarma, son inofensivos y tienden a desaparecer a medida que el niño crece. La clave para los padres es estar informados y mantener la serenidad durante estos momentos difíciles.