A medida que el sol comenzaba a ocultarse el domingo, una marea de ciudadanos volvió a inundar las calles del centro de Valencia, marcando la tercera gran protesta desde las catastróficas inundaciones que devastaron la región a finales de octubre. Las riadas, que dejaron un saldo trágico de al menos 223 personas fallecidas, miles de afectados y cuantiosas pérdidas económicas, han encendido la chispa de un descontento generalizado que no parece extinguirse con el paso de los días.
En un acto simbólico de resistencia y memoria, la manifestación comenzó a las 18:15, coincidiendo con el segundo mes de la dana que cambió la vida de muchos valencianos. Aunque las festividades navideñas obligaron a modificar la ruta habitual, el espíritu de protesta se mantuvo intacto. La presencia de siete tractores liderando la marcha, recibidos bajo una lluvia de aplausos, subrayó la profunda conexión de la comunidad con su tierra y su firme determinación por ser escuchada.
Convocada por cerca de sesenta organizaciones civiles, sociales y de izquierda, junto a más de 150 entidades, la concentración no solo buscaba honrar la memoria de las víctimas y los afectados por la tragedia, sino también exigir consecuencias políticas ante lo que consideran una gestión ineficaz de la situación por parte de la Generalitat Valenciana. Uno de los principales reclamos fue la dimisión del president de la Generalitat, Carlos Mazón, marcando un punto crítico en la relación entre la ciudadanía y sus gobernantes.
Esta manifestación, que forma parte de una serie que ha congregado a decenas de miles de personas en ocasiones anteriores, se fundamenta no solo en la exigencia de verdad y justicia, sino también en la demanda de reparación. Los convocantes critican lo que perciben como inactividad, falta de responsabilidad y una gestión desastrosa del gobierno regional tras la catástrofe, resaltando que aún se busca a tres personas desaparecidas, incluso 61 días después de la tragedia.
La tenacidad de estos actos reivindicativos refleja una crisis profunda no solo en términos materiales, sino también en el ámbito de la confianza política y la responsabilidad gubernamental. Esta última movilización, a dos meses exactos de la dana, pone de relieve un clima de insatisfacción y urgencia por cambios significativos en la política de gestión de desastres naturales y, más ampliamente, en la manera en que se dirigen y responden a las necesidades de la ciudadanía por parte de quienes ostentan el poder.
En esta lucha por justicia y reparación, Valencia no solo lamenta las pérdidas sufridas, sino que alza la voz por aquellos que ya no pueden hacerlo, demandando un cambio tangible que garantice la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos frente a futuros desafíos.