La baja laboral por depresión se ha vuelto un desafío creciente en el entorno laboral de España, afectando a un número significativo de trabajadores. Este tipo de baja puede ser una respuesta válida a una situación médica que impide la realización de las funciones laborales, y en muchos casos, puede derivar en la consideración de una incapacidad permanente. La incapacidad temporal, como solución temporal, permite al trabajador descansar y recibir tratamiento médico, al tiempo que mantiene una parte de su salario.
Después de un año de baja por depresión, la Seguridad Social lleva a cabo una evaluación exhaustiva del estado del trabajador. Esta revisión puede resultar en varias decisiones importantes: si se estima que hay posibilidades de recuperación, se podría extender la baja hasta un máximo de 18 meses; si se concluye que el trabajador no podrá volver a su puesto habitual, se iniciará un proceso para declarar la incapacidad permanente; o, si se considera que el individuo ya está en condiciones de trabajar, se le emitirá el alta médica.
Es fundamental que el trabajador cumpla con una serie de obligaciones durante su baja. Una de las más relevantes es asistir a las citas de evaluación médica organizadas por la mutua o el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS). La inasistencia a estas citas puede resultar en la suspensión del beneficio económico que recibe durante su recuperación. En los casos donde se diagnostica una depresión crónica o irreversible, el trabajador podría ser candidato a una pensión por incapacidad permanente. Esto resalta la necesidad de un seguimiento médico riguroso para garantizar tanto la salud del individuo como su protección en el ámbito laboral.