En un desarrollo que recuerda a un thriller de espionaje internacional, el jefe de la oficina de Carles Puigdemont, Josep Lluís Alay, junto con su abogado Gonzalo Boye, han sido identificados como los artífices de un plan destinado a internacionalizar el conflicto catalán. Este esfuerzo incluye tácticas de desinformación y la búsqueda de respaldo de agentes secretos rusos, según revelan informes policiales que apuntan a una operación cuidadosamente orquestada con el fin de promover la secesión de Cataluña, con el apoyo del Kremlin.
La policía ha recopilado evidencia en varios informes dirigidos al juzgado de instrucción de Barcelona que sitúan a Alay y Boye en el corazón de esta intriga internacional. Los documentos sugieren una estructura jerárquica con Puigdemont en la cúspide, resaltando la urgencia de comunicarse y reunirse para discutir temas relacionados con «inteligencia y sobre Rusia».
El referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 marcó un punto crucial, donde Víctor Terradellas, quien ejercía como responsable de relaciones internacionales de Convergència Democràtica de Catalunya, inició el contacto con agentes rusos. A partir de dicho evento, Alay, al asumir como director de la oficina de Puigdemont, y Boye tomaron un rol proactivo, visitando Moscú en tres ocasiones y estableciendo una estrategia alineada con los intereses prorrusos, lo que incluía asesorar a Puigdemont acerca de cómo acercarse al gobierno de Vladímir Putin.
El informe de la Comisaría General de Información destaca la función «intelectual» de ambos personajes en esta labor, que busca conseguir el reconocimiento político de una Cataluña independiente. La estrategia contemplaba elevar el diálogo con la administración rusa, desarrollar políticas internacionales afines y establecer canales de comunicación que resuenen con los intereses de Moscú.
Las conversaciones entre Alay y Boye, documentadas en estos informes, brindan una visión detallada de la meticulosa planificación que acompaña las apariciones públicas de Puigdemont. En este contexto, se evidencia su preocupación por la impresión que causan en Rusia; por ejemplo, discutiendo cómo gestionar la reacción ante un tuit de Puigdemont que apoyaba las protestas en Bielorrusia, donde subrayan la importancia de construir «un buen relato» para sus «amigos» rusos.
Estos reveladores acontecimientos configuran un panorama complejo de los esfuerzos independentistas catalanes, que revelan un entramado que trasciende las fronteras españolas e involucra maniobras políticas e de inteligencia a nivel mundial. Así, la internacionalización del conflicto catalán asume una nueva y sorprendente dimensión, sugiriendo una narrativa que se asemeja más a la ficción que a una manifestación concreta de la política europea contemporánea.