Las instituciones europeas han intensificado la relación entre fenómenos meteorológicos extremos y el calentamiento global, pero algunos expertos advierten sobre la simplificación del debate y la politización del clima. Tormentas más fuertes, olas de calor aplastantes, incendios descontrolados, lluvias torrenciales e inundaciones devastadoras se han convertido en elementos comunes del relato oficial en Europa. La Comisión Europea, en una reciente publicación, sostiene que “el cambio climático provocado por la actividad humana está intensificando la frecuencia y gravedad del clima extremo”, instando a actuar rápidamente para evitar consecuencias “irreversibles”.
A pesar de este mensaje respaldado por el IPCC y otras agencias, surge un escepticismo en algunos sectores de la sociedad y la comunidad científica. Se cuestiona la solidez de estas afirmaciones y se plantea si son el resultado de inferencias políticas o media simplificadoras. Preguntas como si estos fenómenos son parte de una nueva normalidad climática o una amplificación de ciclos naturales han ganado terreno.
La Comisión Europea destaca que Europa se calienta a un ritmo superior al del resto del mundo, evidenciado en un aumento significativo de días con “estrés térmico severo”, una intensificación de las precipitaciones y unas condiciones más propensas a incendios forestales. Sin embargo, es importante recordar que eventos meteorológicos extremos no son fenómenos nuevos. El verano de 2003, el temporal Klaus de 2009 y la riada del Segura de 1987 son ejemplos de devastación anteriores al uso común del cambio climático como explicativa.
El consenso científico dice que la temperatura media global ha subido aproximadamente 1,1 °C desde la era preindustrial, y que existe un vínculo entre el aumento de gases de efecto invernadero y ciertos fenómenos meteorológicos. Sin embargo, la atribución directa de eventos a este cambio no es sencilla. Estudios recientes, como uno de la Universidad de Exeter, sugieren que el calentamiento del Ártico podría estar modificando patrones atmosféricos, generando fenómenos extremos de diversas índoles. La variabilidad natural, los ciclos oceánicos, las erupciones volcánicas y otros factores históricos son elementos que también han influido en el clima.
A pesar de la incertidumbre, en Bruselas el mensaje es claro: el cambio climático es el gran desafío contemporáneo, identificado como el responsable directo de desastres naturales. La UE promueve políticas climáticas ambiciosas, como la Ley del Clima Europea, que establece un compromiso de neutralidad climática para 2050. Iniciativas como la plantación masiva de árboles y la restauración de humedales forman parte de un enfoque que intersecta la ecología y la economía. Sin embargo, expertos advierten sobre el riesgo de convertir el clima en un tema político, pasando por alto la complejidad del asunto.
La creciente preocupación sobre los daños, que han supuesto pérdidas de más de 738.000 millones de euros y más de 246.000 muertes en la UE desde 1980, demuestra la urgencia de la situación. Pero asumir que la respuesta debe ser únicamente política, sin tomar en cuenta el debate científico, podría no ser la solución adecuada. Es necesario distinguir entre tendencias climáticas y eventos naturales y priorizar datos precisos sobre eslóganes simplificadores.
Mientras se refuerzan mensajes institucionales sobre el cambio climático, también surge la inquietud de si se está construyendo resiliencia climática o resignación ideológica. En ciencia, las respuestas requieren un cuestionamiento continuo y una reflexión crítica, abordando el tema con la seriedad que merece.