En el entramado cultural de España, la figura de Modesto Higueras (1910-1985) se erige como un faro que guió la evolución del teatro español desde el fervor creativo de la Segunda República hasta el rigor censor de la posguerra franquista. Su camino inició bajo el ala de Federico García Lorca, con quien, en su juventud, tomó parte activa en el proyecto La Barraca, destinado a democratizar el teatro clásico llevándolo a los rincones más distantes de España. Sin embargo, la marea de la historia pronto lo llevó a guarecerse durante la Guerra Civil, parapetándose tras la neutralidad del consulado británico en Madrid, hasta que la victoria del franquismo lo posicionó al frente del Teatro Universitario Español (TEU), vinculado a la Falange.
Esta conmemoración llega con motivo de la vigésimo tercera edición de Clásicos en Alcalá, donde la Casa Natal de Cervantes se convierte en sede de la exposición “Al aire joven de los clásicos. Modesto Higueras: de La Barraca al TEU”. La muestra busca rendir tributo a una vida entregada al arte dramático y su capacidad de descubrir y moldear talentos como los de Alfredo Landa, Nati Mistral y Gemma Cuervo.
Javier Huerta, comisario de la muestra y catedrático de Literatura en la Universidad Complutense de Madrid, describe a Higueras como un auténtico hombre de teatro, cuya pasión por los clásicos arrancó siendo apenas un veinteañero bajo la tutela de Lorca y Ugarte. Destacado por su habilidad actoral en La Barraca, Higueras ganó la admiración de Lorca, quien veía en este proyecto una oportunidad de romper con el elitismo teatral y revitalizar la escena con obras clásicas de profundidad universal.
Después de su involucración con La Barraca y su forzosa reclusión durante la contienda civil, Higueras se encontró en el naciente TEU, situándose en un dilema ideológico proporcionado por su fé católica y la instrumentalización política del teatro. A pesar de ello, logró trazar un espacio creativo que, si bien inicialmente contaba con la aprobación del nuevo régimen, eventualmente se teñiría de cierta libertad expresiva.
El TEU se convirtió en un vivero de talentos que abrió las puertas a futuras figuras del teatro y del cine español, como José Luis López Vázquez. A la par, Higueras enfrentó el reto de equilibrar el repertorio clásico con piezas contemporáneas y extranjeras, aumentando la diversidad y enriqueciendo la cultura teatral española durante la rigidez de la posguerra.
Su exilio autoimpuesto hacia la mitad del siglo XX, que lo llevó a República Dominicana para dirigir el Teatro Nacional de Santo Domingo, marcó un período donde, liberado de las ataduras políticos, pudo montar obras de Lorca y Casona, compañero de exilio.
El regreso a España significó para Higueras no solo un retorno geográfico, sino la reafirmación de su compromiso con el teatro a través de la dirección del Teatro Español de Madrid y del Teatro Nacional de Cámara y Ensayo. Su legado, más allá de las interpretaciones y montajes, reside en la incansable búsqueda de un teatro vivo, crítico y universal, y en su papel como maestro de varias generaciones de actores y actrices que definirían el panorama cultural español en las décadas venideras. Hoy, su historia vuelve a contarse, enriqueciendo el tejido de la memoria teatral de España.