En los estadios españoles, una clara desigualdad se manifiesta en la política de consumo de alcohol. Mientras que a los aficionados comunes se les prohíbe estrictamente el consumo de bebidas alcohólicas y enfrentan sanciones por desobedecer esta normativa, aquellos que acceden a las zonas VIP disfrutan de barra libre sin consecuencias. Esta situación ha quedado en evidencia tras las recientes propuestas de sanción emitidas por la Comisión Estatal contra la Violencia en el Deporte.
La Ley 19/2007 establece de manera categórica la prohibición de introducir y consumir alcohol en eventos deportivos. Sin embargo, parece que esta norma no se aplica en las áreas exclusivas que dan acceso a un selecto grupo de aficionados con capacidad económica para costear sus precios elevados. Esto plantea serias dudas sobre la coherencia en la aplicación de las normas y la clara desigualdad que persiste entre distintos sectores del público.
La discrepancia en el trato hacia los aficionados no solo revela un problema de normativas, sino que también pone de manifiesto un trasfondo de clase social. Los aficionados que asisten a los partidos en las gradas se ven, por lo tanto, en una situación de desventaja, enfrentando multas y advertencias que los palcos VIP parecen esquivar. Recientemente, se han documentado sanciones impuestas a seguidores en estadios como Los Cármenes y Reale Arena, lo que subraya aún más esta dualidad en los derechos y privilegios de los apasionados del fútbol.
En medio de esta controversia, surge la necesidad de reconsiderar la regulación actual del consumo de alcohol en los recintos deportivos. Si realmente se busca un marco normativo que sea justo y equitativo, sería fundamental que ninguna área del estadio goce de excepciones en la aplicación de las leyes. Actualmente, la percepción es que el negocio prevalece sobre la igualdad, permitiendo que las zonas exclusivas continúen disfrutando de beneficios que resultan inaccesibles para los aficionados de a pie.