El Ministerio de Trabajo ha presentado los datos de paro registrado correspondientes al mes de noviembre, destacando una reducción de 18.805 personas que se encuentran inscritas en las oficinas de empleo, lo que sitúa el total de parados en 2,42 millones, la cifra más baja para este mes desde 2007. En términos interanuales, el descenso alcanza alrededor de 160.000 personas, lo que representa un descenso de algo más del 6%. A pesar de estos datos alentadores, detrás de las cifras oficiales se revela una realidad más compleja y frágil que merece ser analizada.
El descenso en el paro registrado no necesariamente indica una mejora en la calidad del empleo. Entre los factores que deben considerarse están el diseño de las estadísticas, el aumento de los contratos fijos discontinuos y la estacionalidad en ciertos sectores, que afectan la estabilidad laboral en el país. Así, aunque se celebren los logros numéricos, la realidad del mercado laboral sigue siendo preocupante.
Las estadísticas presentan un panorama optimista en algunos aspectos. Se observa una bajada del paro registrado de casi 19.000 personas respecto a octubre, junto a cifras históricas en el desempleo juvenil y femenino. Sin embargo, el paro registrado solo indica cuántas personas están oficialmente buscando trabajo y no refleja la verdadera situación del empleo en España. La falta de datos que conecten el descenso en el paro con la creación de empleo estable y de calidad es evidente. Muchos de aquellos que ya no están registrados como desempleados pueden estar desanimados, emigrar, ser parte de la economía informal o encontrarse en situaciones transicionales que no les brindan seguridad laboral.
Un aspecto relevante es la creciente cifra de contratos indefinidos desde la implementación de la reforma laboral. En noviembre, se firmaron cerca de 1,29 millones de contratos, de los cuales más del 41% fueron indefinidos. No obstante, es importante señalar que muchos de estos contratos no garantizan estabilidad, ya que una parte considerable se refiere a empleos a tiempo parcial o fijos discontinuos, que no ofrecen la seguridad laboral esperada.
La estacionalidad del empleo en España también contribuye a esta percepción distorsionada. La dependencia de sectores como la hostelería y el comercio, que experimentan subidas y bajadas drásticas de empleo en función de la demanda estacional, refleja un modelo laboral frágil y volátil. Durante noviembre, por ejemplo, el sector de la hostelería reportó numerosas pérdidas de empleo, lo que pone de manifiesto la vulnerabilidad de muchos trabajadores.
El dato de que la reducción del paro puede no implicar un avance real en la calidad del empleo es especialmente relevante en el contexto de mujeres y jóvenes, quienes todavía enfrentan tasas de precariedad y desigualdad salarial. Aunque hay menos mujeres y jóvenes registrados como parados, la naturaleza de los empleos que consiguen sigue siendo un reto, con alta rotación y contratos de corta duración que dificultan su emancipación y estabilidad económica.
Finalmente, el papel de los trabajadores extranjeros no puede ser pasado por alto, dado que gran parte del tejido productivo en sectores como agricultura y servicios depende de este grupo. La estacionalidad de su empleo también se observa en su afiliación a la Seguridad Social, que fluctúa a lo largo del año.
La interpretación de los datos sobre el empleo en España reclama un análisis más profundo que la mera reducción del número de parados. A pesar de las cifras que indican una mejora, la realidad del mercado laboral sigue marcada por la inestabilidad y la búsqueda de empleos de calidad que permitan a las familias planificar su futuro de forma segura.
vía: Diario de Castilla-La Mancha

