Felipe González y Alfonso Guerra, figuras emblemáticas del socialismo español, han levantado la voz en contra de las recientes estrategias del actual Gobierno liderado por Pedro Sánchez, particularmente en lo que respecta a las alianzas con partidos nacionalistas. En una entrevista en Espejo Público, ambos exdirigentes socialistas expresaron su preocupación por las cesiones del Ejecutivo en busca de mantener mayorías parlamentarias, resaltando la negativa de estas negociaciones con formaciones como Junts y ERC.
Alfonso Guerra no escatimó en criticar la reciente dinámica del partido, advirtiendo que «no se puede pactar y ceder en todo para obtener mayorías». Mientras tanto, Felipe González cuestionó la estructura interna del PSOE, describiendo los comités federales como “meras formalidades” en contraste con su periodo, cuando se llevaban a cabo debates significativos. González y Guerra coincidieron en la urgencia de que el PSOE retome su esencia de ofrecer una alternativa sólida y debatida a la sociedad.
Un aspecto que levantó especial controversia fueron las relaciones del Gobierno con partidos independentistas. Guerra consideró que tales alianzas responden más a conveniencias políticas que a una coherencia ideológica, destacando la dificultad de justificar pactos con líderes como Carles Puigdemont. En un giro histórico, comparó esta situación con la España de 1934, donde la izquierda reaccionó a un clima de inestabilidad y retroceso. Lamentó la dependencia de «delincuentes fugados» para establecer legislaciones como la ley de Amnistía.
Por su parte, González manifestaba también su desacuerdo con la política de amnistía promovida por el Gobierno, reiterando que “pedir perdón” no es una alternativa viable. Afirmó que el PSOE debería regresar a una vocación mayoritaria, sustentada en un proyecto que represente a todos los sectores de la sociedad, sin la necesidad de someterse a pequeños partidos.
En cuanto a la gestión interna, ambos exdirigentes miraron con nostalgia a los tiempos en que el debate dentro del partido era una práctica común. González echó en falta la profundidad en los debates de los comités federales actuales, sugiriendo que hay candidatos con «envergadura» que podrían asumir el liderazgo del PSOE, aunque prefirió no dar nombres para proteger sus respectivas trayectorias políticas. Guerra, en su intervención, lamentó la falta de diferencias ideológicas dentro del partido, observando que expresar una opinión divergente se ha vuelto sinónimo de traición.
Ambos líderes, en conjunto, abogan por un PSOE que recupere su identidad y capacidad de debate interno, alejado de las concesiones que consideran han desdibujado los valores fundamentales del socialismo.