El Consejo de la Unión Europea está impulsando un intento polémico para convertir de manera permanente el Control de Chat 1.0, establecido bajo el Reglamento (UE) 2021/1232. Esta medida ha suscitado un debate creciente sobre su legalidad y su impacto ético, particularmente tras la publicación de un informe de evaluación de la Comisión que, a pesar de abordar algunos de los fracasos de este sistema, parece no frenar el avance hacia la consolidación de un régimen de vigilancia masiva.
El informe, que apunta a una serie de fallos, resalta la falta de datos suficientes para determinar la proporcionalidad del Reglamento, afirmando que “no hay indicios de que la derogación no sea proporcionada”. Esta declaración ha generado críticas que cuestionan la lógica detrás de tal afirmación y advierten sobre el riesgo de suspender permanentemente derechos fundamentales como la privacidad, consagrados en el Artículo 7 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, basándose en una ausencia de evidencia.
Adicionalmente, el documento destaca la incapacidad para establecer un vínculo entre los esfuerzos de vigilancia y las condenas efectivas de delitos, una relación que incluso grandes Estados miembros como Alemania y España no pueden sostener con datos utilizables. Así, se plantea que el escaneo masivo de comunicaciones privadas no solo carece de efectividad, sino que puede generar un “ruido” que dificulta la labor de las fuerzas del orden, en vez de proporcionarles información aprovechable.
En cuanto a la fiabilidad de las tecnologías de detección, el informe revela preocupantes tasas de error. Empresas como Microsoft y Yubo han reportado dificultades para calcular sus tasas de error, con informes que indican un 20% en 2023 y un 13% en 2024 en la detección de contenido ilegal. Esto implica que miles de usuarios inocentes podrían ser injustamente cuestionados, impactando su privacidad y exponiéndolos a reportes erróneos ante las autoridades.
La falta de control efectivo por parte de la UE en relación con la recopilación de datos también es motivo de preocupación. El informe indica que los proveedores no han seguido un estándar para reportar información, lo que ha llevado a una disparidad considerable en los datos presentados por los distintos Estados miembros. Ante esta realidad, muchos argumentan que convertir este sistema temporal en permanente constituiría una grave desinformación y una falta de responsabilidad en la gestión de la seguridad pública.
A medida que las plataformas de mensajería implementan cada vez más la encriptación de extremo a extremo, el Reglamento se enfrenta a una obsolescencia inminente. La caída del 30% en los informes relacionados con la UE en 2024 resalta la dificultad de mantener un sistema que requiera escaneo sin romper la encriptación, lo que indica un cambio en la forma en que las comunicaciones están protegidas.
Por último, el informe concluye enfatizando la falta de información sobre el uso menos intrusivo de estas tecnologías, lo cual es fundamental para la validez legal del Reglamento. En conjunto, estos hallazgos sugieren que el empeño por legalizar un sistema de vigilancia que ha demostrado ser ineficaz podría acentuar la erosión de los derechos de privacidad de los ciudadanos europeos, y pone en tela de juicio la capacidad de la Comisión para supervisar adecuadamente su implementación.
La situación plantea interrogantes serios sobre la idoneidad de un enfoque que prioriza la seguridad por encima de la protección de derechos fundamentales, creando un entorno donde las empresas tecnológicas actúan como ejecutores de una vigilancia sin precedentes, a menudo sin la debida rendición de cuentas.

