En el transcurso del cambio de siglo, España ha experimentado una notable transformación arquitectónica, especialmente en las regiones del norte, donde históricamente predominaban las construcciones con paredes encaladas. Este cambio se ha orientado hacia el uso de la piedra vista, un estilo que pone en valor la belleza de los materiales naturales y fortalece tanto la durabilidad como el carácter histórico de las edificaciones.
El auge de esta tendencia se debe a varios factores, entre los que se destacan una mayor conciencia sobre la arquitectura vernácula y un creciente enfoque en la sostenibilidad. Arquitectos y propietarios han comenzado a priorizar el uso de materiales locales, que no solo se integran mejor con el entorno, sino que también preservan técnicas de construcción tradicionales. Este enfoque ha cobrado especial relevancia en las montañas del norte, donde la piedra es extraída de canteras locales y utilizada de manera experta para crear viviendas que se entrelazan con el paisaje.
Franco Martínez, un arquitecto especializado en restauraciones históricas en Cantabria, comenta que «el uso de la piedra vista no solo tiene una dimensión estética, sino que proporciona una mayor protección contra los rigores climáticos típicos del norte de España». Asegura que las edificaciones construidas con piedra son más resistentes al viento, la lluvia y las bajas temperaturas, lo que garantiza una mayor longevidad.
No obstante, el interés por la piedra vista va más allá de la estética; también está impulsado por preocupaciones medioambientales y el impulso de reducir la huella de carbono. El uso de materiales locales minimiza la necesidad de transporte a larga distancia, disminuyendo las emisiones de CO2. Además, la piedra posee propiedades de aislamiento térmico que favorecen la eficiencia energética de los hogares.
La transición hacia este material ha revitalizado además técnicas de construcción tradicionales que habían caído en desuso. La demanda de albañiles y canteros ha resurgido, lo que ha llevado a un renacer de oficios que forman parte esencial de la identidad cultural de diversas comunidades. Luis García, un albañil asturiano, señala que «mis abuelos eran canteros y durante un tiempo parecía que estas técnicas se estaban perdiendo. Ahora hay un renovado interés que no solo mantiene vivas nuestras tradiciones, sino que también genera empleo».
Este fenómeno ha influido incluso en nuevos proyectos urbanísticos, donde los promotores inmobiliarios buscan replicar la autenticidad y la durabilidad de las construcciones tradicionales. Así, los materiales modernos han comenzado a dar paso a la piedra, que se ha convertido en un símbolo de solidez y respeto por el entorno.
Sin embargo, es relevante observar que este cambio no se ha dado de manera uniforme en toda España. Mientras que la piedra vista ha ganado protagonismo en el norte, regiones como Andalucía siguen conservando sus técnicas tradicionales de encalado, que son igualmente válidas y se adaptan al clima más cálido del sur.
En conclusión, la transformación de las viviendas en España durante el cambio de siglo representa una evolución significativa en la arquitectura y la construcción, reflejando una fusión de tradición, sostenibilidad y modernidad que redefine la manera en que se conciben y construyen los hogares del país.