Un jurado popular declara culpable al varón que allanó la casa de un amigo en Toledo y le propinó una brutal paliza

El jurado popular que durante dos días ha asistido al enjuiciamiento de A.A., acusado de allanar en 2018 la vivienda de un amigo –A.A.S.– en Alameda de la Sagra (Toledo) y propinarle una brutal paliza, ha declarado culpable al procesado, quedando el juicio visto para sentencia.

Los nueve integrantes de este jurado han considerado que el acusado es culpable de los delitos de allanamiento de morada, de lesiones y de daños, por los que se les enjuiciaba, al tiempo que consideran que no es merecedor de la suspensión de la pena ni de la petición de indulto.

Tras la lectura del veredicto, el fiscal ha ratificado la petición de cuatro años y tres meses de prisión por el delito de allanamiento en concurso con lesiones, y veinte meses de multa a razón de doce euros diarios por el delito de daños.

Igualmente, ha vuelto a pedir una indemnización de 14.600 euros por los días de perjuicio para la víctima, 10.000 más por las secuelas padecidas y 4.155,28 euros para la aseguradora que se hizo cargo de los daños producidos en la vivienda de la víctima durante los hechos.

Respecto a la posibilidad de que cuando el acusado haya cumplido dos terceras partes de la condena o accediera al tercer grado o libertad condicional, se procediera a su expulsión del territorio nacional por tiempo de siete años como sustitutiva al resto de la pena, el representante del Ministerio Fiscal ha precisado que queda a expensas de que concurra el requisito de arraigo.

Por su parte, la acusación particular, además de adherirse a la pena reclamada por el fiscal, ha reclamado una mayor indemnización en concepto de responsabilidad civil, que justifica en las secuelas que, tras la agresión, le han quedado a la víctima, el estrés postraumático sufrido por las dos hijas y los daños de su vivienda donde sucedieron los hechos.

Por último, la defensa del encausado, respecto al delito de allanamiento y de lesiones, ha reclamado al presidente del tribunal que se imponga la pena mínima, a la que se deben aplicar dilaciones indebidas, pues los hechos juzgados sucedieron hace cuatro años, además de atenuantes, porque su representando en momento de los hechos estaba en estado de embriaguez.

Para el delito de daños ha requerido al tribunal que se le imponga una cuota mínima de 4 euros al día, dado los bajos ingresos del procesado, al tiempo que se ha opuesto a su expulsión. «Lleva toda la vida en España, está casado y tiene trabajo estable. Podemos demostrar que tiene un claro arraigo, además tiene un hijo de 12 años nacionalidad española».

HECHOS

En su declaración ante el tribunal, el encausado aseguró que acudió a ese domicilio porque de forma previa el que fuera su amigo quería hablar con él y le había llamado para que fuese a su casa. Nada más entrar se enzarzaron en una pelea, que provocó diversos destrozos en el inmueble.

Admitió que acudió en estado de embriaguez al domicilio de la víctima, que le abrió la puerta, aunque después se desdijo y aseguró que, pese a haber bebido vodka, no estaba borracho.

Insistió en que no saltó la cancela ni derribó de una patada la puerta de entrada, tal y como le acusan tanto la Fiscalía como la acusación particular, porque al ser agosto iba en chanclas, calzado que le impediría llevar a cabo esas acción.

A.A., que manifestó haber tenido una relación casi familiar con A.A.S tras la amistad que habían forjado sus respectivas mujeres, ambas de nacionalidad marroquí, explicó ante el tribunal que la confianza entre ambos se truncó tiempo después. En ese momento, el no tenía trabajo y discutía «lo normal» con su mujer, por lo que la esposa de la víctima, como amiga, le pidió que dejara de beber.

Pese a que el escrito del fiscal señala que fue la reparación de un vehículo lo que provocó la agresión, el procesado negó este extremo y relató que A.A.S malinterpretó que entre su mujer y él había algo más que una amistad, pensamiento que acabó diezmando esa relación. «Solo era la amiga de mi mujer, era paisana y me daba consejo».

«Él me llamo y me dijo que fuera a su casa para aclarar eso. Yo iba en chanclas y es imposible romper una puerta blindada. Encima estaba borracho. Fue Antonio el que me abrió puerta, tras llamar yo al timbre», defensió el acusado, que añadió que fue A.A.S, quien le empezó a insultar y le dijo algo así como que «uno de los dos iba a salir de allí con las piernas por delante».

A continuación, según recordó, comenzó una pelea entre ambos, negando que fuese él quien cogiera una botella de vidrio y la rompiera con intención de agredir a A.A.S., al que tampoco le puso la rodilla en el cuello, pues sabía que tenía un marcapasos. «Si lo hago se muere», ha admitido.

De igual modo, rehazó haber destrozado diferentes objetos por toda la vivienda, como mantiene la Fiscalía y la acusación, añadiendo que esos desperfectos se produjeron en el desarrollo de la pelea por los «empujones» que ambos se propinaron.

Por último, el procesado explicó que cuando llegaron las dos esposas, que venían juntas de Madrid en el coche de su mujer, él acaba de levantar a A.A.S del suelo y se fue en el vehículo de su mujer al centro de urgencias de Añover del Tajo porque estaba sangrando mucho. Pero, según detalló, estaba cerrado y por eso entró a comprar una botella de agua en un bar, donde fue detenido por la Guardia Civil.

«PENSÉ QUE ERA EL ÚLTIMO DÍA DE MI VIDA»

Mientras, la presunta víctima manifestó que a A.A. le unía una relación de amistad, forjada a través de sus mujeres, y de «ayuda», pues daba dinero a su familia para que pudieran mantener al hijo que tenían, aunque había «ideas y cosas» del procesado que no le encajaban y, por eso, quiso cortar ese hilo. «Y él hizo lo que hizo».

Aunque admitió haber llamado por teléfono al procesado otro día, ha testificado que el día que sucedieron los hechos él estaba solo en casa, porque su mujer se había marchado a Bilbao con sus hijas y su madre, a visitar a una hermana. Contó que estaba tumbado en el sofá, cuando A.A. pegó un «patadón» a la puerta, que se abrió de forma violenta y entró en el salón.

«No me dio tiempo a sentarme. Entró en un segundo, hablando muy fuerte y en árabe, como para intimidarme. Sin mediar palabra se lió a puñetazos conmigo, igual que una ametralladora. Me dio todo lo que quiso y más», ha detalló la víctima, que además de asegurar que le daba «patadones en el pecho», dijo que intentaba levantarse pero se lo impedía poniéndole la rodilla en el pecho.

A renglón seguido, rememoró, el procesado rompió una botella de vino de dos litros vacía que había en la casa de decoración, con intención de agredirle. «Pensaba que era el último día de mi vida. Puse la mano y forcejamos, por eso el tenía alguna herida», señaló A.A.S, que también ha hablado de lo exaltado que estaba su agresor. «Tenía que tener algo de droga dentro».

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