El pasado sábado, 1 de diciembre, la iglesia evangélica de Alcázar de San Juan celebró su 20 aniversario. Veinte años desde que el Ayuntamiento les cediera los terrenos para la construcción de su lugar de culto y sede social; aunque la presencia evangélica en la ciudad, documentada, viene de 50 años atrás e incluso cuenta con antecedentes mucho más antiguos y figuras como Juan Calderón. La alcaldesa alcazareña fue invitada a este acto conmemorativo.
La iglesia evangélica alcazareña cuenta con 50 años de historia, desde que se introdujo en los últimos años de la dictadura franquista, «una época difícil porque no existía la libertad de culto», apunta José Moreno, pastor en Alcázar. Aunque su verdadero desarrollo comenzó con la democracia y el reconocimiento de la libertad de conciencia y de pensamiento en la Constitución de 1978. Pero no fue hasta hace 20 años cuando pudieron construir su iglesia, gracias a la cesión, por parte del Ayuntamiento, del terreno en el que se ubica en la actualidad, y a la colaboración desinteresada de muchos de sus fieles.
«Con este acto conmemorativo queremos agradecer esta ayuda y reconocer a las personas, muchas de ellas ya no están, que fueron responsables e hicieron posible la construcción del edificio de nuestra iglesia».
La alcaldesa de Alcázar, Rosa Melchor, señaló que el que la iglesia evangélica tenga presencia en la ciudad y siga creciendo es «una muestra del espíritu abierto y acogedor de nuestra ciudad». La primera edil quiso tener un reconocimiento para los exalcaldes que cedieron los terrenos y presenciaron la construcción, Anastasio López Ramírez y José Eugenio Castellanos, este último presente también en el acto. «En 20 años, la presencia de la iglesia evangélica se ha dado a conocer y se ha normalizado en la ciudad, dentro del marco constitucional y democrático. Es un ejemplo más de tolerancia, porque Alcázar es una ciudad tolerante, capaz de integrar la diversidad religiosa, política y de cualquier otro tipo».
Moreno señaló que la iglesia evangélica no sólo se utiliza como lugar de culto, sino que también sirve como centro social para muchos de sus fieles, especialmente emigrantes que, gracias a esta labor social, han tenido más fácil su integración en la vida de la ciudad.